Pongamos un ejemplo. Un ejemplo que hoy en día está muy presente en nuestra sociedad: El maltrato hacia la mujer.
Bajo la presión del agresor, las víctimas se van alejando poco a poco de sus familiares y amigos, lo que hace que sean un blanco más fácil para el agresor. Debido al maltrato verbal y físico que sufren las agredidas, su baja autoestima y todos sus proyectos fallidos, las víctimas se hunden en un sentimiento de culpa provocado por su maltratador y esta culpabilidad hace que se mantengan al lado de su agresor. ¿Cómo es posible llegar a situaciones tan extremas? Debido a la manipulación. Consiguen lavar una parte primordial de nuestra persona... La mente. Una parte relativamente fácil de transformar.
Pero... ¿Qué es la persuasión?
La manipulación podría ser una forma de persuasión. Pero la gran diferencia es que en la persuasión, los interlocutores son libres de creer o actuar como quieran, dependiendo de si creen o aceptan los argumentos de quien le persuade.
La persona que persuade se encarga de influir y de convencerlas a tomar una decisión determinada. Las personas persuadidas apenas se dan cuenta de que están siendo persuadidas ya que piensan que están actuando en base a su racionalidad.
Un ejemplo de persuasión sería la acción de un político mediante un discurso en el cual trata de persuadir a los posibles votantes de que apoyen a su partido, mediante promesas u ofrecimientos con los que sabe que convencerá a ciertos sectores de la comunidad.
Los votantes tienen derecho a elegir a quien votar, son libres para ello y dependen de los argumentos que el político ha dado para creerle o no.
En conclusión, la diferencia se basa en la relación de intencionalidad y los efectos producidos. En la manipulación, el manipulador controla la mente del otro para beneficiarse a sí mismo y abusa de su poder, mientras que en la persuasión, se trata de convencer sobre una idea o un argumento y la propia persona decide si creerle o no, es decir, tiene derecho sobre su decisión.